Bucaramanga.- A partir de este viernes el Paseo conocido como del comercio, calle 35de la capital de Santander, se convirtió en una fuente de cultura, deporte, diversión y atractivo para propios y visitantes.
Los cambios con el traslado de las ventas ambulantes no permite discusión sobre el ambiente que se
aprecia y se respira. Es una realidad la restitución definitiva del espacio
público para todos los bumangueses, desde hace 10 días, promesa cumplida por el
gobierno municipal.
Desde este viernes en este
paseo hubo música, juegos, y un sinnúmero de atractivos que hacía pensar a
cualquier desprevenido que estuviese en otra ciudad, donde el orden y la
higiene fueran sus principales aliados.
En este sector se organizó lo
necesario para abrir el ciclo cultural. Allí mismo se creó además un pequeño
auditorio, al que se arrimaban aún tímidos, pero agradados, los primeros
bumangueses que se descubrieron en otra ciudad.
El de hoy es un nuevo centro
en Bucaramanga. Bañado de color, inundado de zanqueros, teatreros, cuenteros,
pintores y jugadores de dominó, parqués, fútbol tenis y ajedrez, mezclados con
niños y jóvenes que disfrutan en salas de lectura al paso, mientras se enamoran
con el ritmo suave de un saxofón y cambian el imaginario de ciudad.
La ciudad se llenó de
soñadores. Sueñan los padres de familia con un mejor futuro para sus hijos.
Sueñan los jóvenes con una ciudad incluyente y justa. Sueña el anciano con el
respeto y una vejez digna y sin amargura, Y sueñan los niños mientras leen en
la calle y juegan a ser pequeños dioses o héroes mundanos.
Porque como lo afirma la
señora que no quiso identificarse, “los bumangueses están disfrutando una
ciudad nueva y la oportunidad de disfrutar la zona pública de la ciudad”. Y no
miente. Ese era el espíritu que se vivió esta mañana en el centro de
Bucaramanga, que por momentos tuvo ínfulas de ser otra ciudad.
Quieran Dios y los bumangueses, que con el tiempo pase de ser una pretensión a una expresión de ciudad.
Tampoco mentirá el ama de casa cuando en la noche le cuente a su esposo que, en pleno centro de Bucaramanga, se encontró con una mesa de ping pong instalada, y con sus raquetas servidas, y sin contener la tentación hizo posible que su pequeño hijo jugara el que será el primer partido de su vida. El inolvidable. Y que sucedió a la vista de todos.
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